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Sociedad
30 May 2013

Música en zapatillas, canciones entre vecinos

Lejos de los conservatorios y las clases ortodoxas, Ana Grumberg enseña a expresarse con la música a través del juego, las canciones y los ritmos. Un taller fuera de serie que acerca al vecino a los instrumentos y al arte. "Uno de los alumnos de los primeros grupos dijo, "acá venimos todos en zapatos y nos vamos en zapatillas" y esa frase me pareció bárbara".
La música rodea al pueblo y a cada uno de sus habitantes. Basta sólo atravesar el túnel de Castelar para encontrarse con un grupo interpretando clásicos y no tanto, ya sea con violines, guitarras o cajones. O… mirar los afiches pegados cerca de la estación, o en los postes, para conocer las bandas que tocarán el fin de semana. También prender la radio para escuchar canciones de viejas bandas zonales, como Los Caballeros de la Quema, o ya más nuevas como Ella es Tan Cargosa.

De una manera u otra, la música es parte de Castelar. Empero, no para todos es fácil expresarse a través de los sonidos, los ritmos y los tiempos. Históricamente, como si se tratara de un hecho consensuado, se entiende que para hacer música se debe ser un ejecutante virtuoso de algún instrumento o el poseedor de una voz o una poesía sin precedentes, sin embargo la vecina Ana Grumberg rompe con estos moldes impuestos en su taller “Música en Zapatillas”.

Desde principios de los noventa lleva adelante un concepto musical distinto, que con el devenir de los años se transformó en un taller de música. Busca que la expresión no se limite por las cualidades de cada uno de sus alumnos, sino que se manifieste de la manera que más les guste.

“Hace 17 años no era tan común el tema de los talleres, recién apenas se comenzaba a hablar del ‘arte en lo cotidiano’, de que todos somos música, que todos podemos hacer música sin que seamos grandes estudiosos. En mi generación o con la gente que yo me identifico -que en esos momentos teníamos entre 20 y 30 años-, hoy tengo 52, tratábamos justamente  de llevar la música a lo cotidiano”, explicó Ana Grumberg a Castelar Digital desde el interior de su taller.

Ubicado a metros de la estación de Ituzaingó, el taller guarda aún la arquitectura de las viejas casonas de la zona que caracterizaron tanto a Ituzaingó como a Castelar. Estilo que de a poco se ha ido perdiendo con el advenimiento de los edificios de departamentos y el crecimiento de la urbe.

La vecina, relató que siempre se vinculó a la música. Sus primeros pasos fueron a los 6 años cuando luego de demostrar jugando sus capacidades ante un pianito de juguete, sus padres la inscribieron en un curso de piano. Desde su Haedo natal, y recorriendo el Castelar de sus abuelos, conoció la música del barrio y la reinterpretó. “Estudié con uno de los mejores profesores en Haedo que era Roberto Saccente, que después fue director del Coro Polifónico Nacional. Los domingos venía a Castelar a la casa de mis abuelos. Mi abuelo era sastre, trabajaba en Capital y se quejaba del Sarmiento, ya hace 50 años! Estudié hasta recibirme de profesora de piano”, rememoró Ana, y continuó: “cuando terminé el secundario tenía que elegir una carrera. Estaba entre el Conservatorio Nacional, como para hacer la carrera oficial, o psicología. Pero cuando me  enteré de la existencia de la carrera de Musicoterapia, que en esa época no era muy conocida, decidí inscribirme. La gente me decía ‘vos estás loca’ pero aun así me recibí en el año 79 y atravesé toda la época de la dictadura. Pese a la época, la experiencia de esa carrera fue muy linda”.

Ya con su título, su pasión podía enfocarse en los trabajos propios de su carrera. Comenzó dando clases en colegios de la Ciudad de Buenos Aires, hasta que logró acercarse a los barrios que conocía desde su infancia. Este regreso a sus orígenes, fue el primer paso para la creación del taller que hoy la identifica. “Estuve en Belgrano, en Ramos Mejía, en San Justo, nacieron mis hijas y me vine a vivir a Castelar. De acá recordaba algunos lugares de mi infancia, la calesita frente a la estación donde después también fueron mis hijas. Ellas entraron a estudiar al Crear y Ser y eso me dio la posibilidad de dar clases ahí. Pero yo no me llevo con las instituciones, me gustaba el proyecto de  abrir un taller en mi casa, y empezaron a venir cuatro chicos, después fueron ocho, diez, quince y ahí empezó verdaderamente el taller. Tímido, era para probar como experiencia. También hacía talleres para adultos, para gente que no había estudiado música pero le gustaba y tuve una hermosa experiencia en la Escuelita de Estética de Morón. Todo el mundo tocaba y no había estudiado nunca. Un espacio para que la gente se expresase”.

La propuesta distinta contrastó en la época con la educación musical tradicional dictada en los Conservatorios de la zona, o bien, con las clases particulares, era  la única otra alternativa en ese entonces.
“El taller tiene 17 años, y lleva 9 en esta casa que se reacondicionó específicamente. Acá puedo hacer el trabajo como a mí me gusta. Y esto es muchísimo más trabajo de lo que uno piensa; terminó siendo como un micro emprendimiento: yo soy la directora, pero limpio, atiendo el teléfono, doy clases. Por suerte tengo compañeros de ruta que sienten pasión por este trabajo y me acompañan desde hace mucho, como Gabriela Acosta que es el alma del taller para los más chiquitos”.

El nombre del taller concuerda con la manera de dar las clases y con lo que se busca con cada grupo que se sumerge en la aventura de hacer música desde la expresión y la experiencia. El mismo punto de encuentro para la entrevista, con su piso de madera y su ambientación cálida, con fotos y regalos de los alumnos más chicos, redondean el concepto emanado de las clases de Ana. “Uno de los alumnos de los primeros grupos dijo, “acá venimos todos en zapatos y nos vamos en zapatillas” y esa frase me pareció bárbara para describir un poco lo que hacíamos. La gente le puso ese nombre… para la época eran locas las cosas que hacíamos, ahora no parecen tan locas, tocamos los instrumentos de forma no convencional, y yo quería eso, romper la estructura”, señala Ana mirando su entorno, recorriendo los recuerdos de cada uno de los vecinos que con su música pasaron por el lugar.

“Alguna vez me dijeron: ‘vos haces cantar hasta las piedras’… eso es lo que yo buscaba. Antes o tenías habilidades para ser un súper músico o no eras nada. Ahora está todo más relajado”, destacó.
El trabajo de su taller y su dedicación a la música se materializaron en un disco y un libro. “Música en Zapatillas” ocupó las bateas de las principales disquerías y librerías de la zona, Capital, de las diferentes provincias argentinas y hasta de otros países  y aún puede conseguirse . El libro cuenta su vida atravesada por la música, fue lanzado en 2002 por la editorial Longseller. El disco, según ella lo declara, no es clasificable en un estilo musical predefinido.

El taller, hoy cuenta con distintos grupos de alumnos, divididos básicamente por edades. Desde los más chiquitos, que empiezan en la música a la par de sus juegos, como de adultos que se dedican a las canciones o satisfacen la pulsión que no pudieron interpretar durante la juventud. Arrancamos 2013 con un total unos 25 chicos, pero vamos creciendo. En los últimos años hemos tenido un promedio de 50. Muchos de los adultos vienen a aprender piano. Les gusta porque son espacios no rígidos, sino de expresión”.
Las clases en el taller comenzaron en marzo, empero, aún puede sumarse participante a los distintos grupos. A metros de la estación de Ituzaingó, la casona remodelada especialmente, es un el punto de encuentro ideal para crear música, expresarse y aprender acordes, ritmos y tiempos. “La idea es encontrar el punto medio entre lo expresivo, lo disfrutable y el aprendizaje”. Para el futuro, mientras espera la publicación de su segundo libro, “Más Música en Zapatillas” continuación del anterior, quiere volver a hacer música, con nuevas  canciones, textos y músicos invitados. “Con respecto al taller, no tengo ganas que crezca más porque cada tanto doy capacitaciones para docentes y con todo eso ya estoy a tiempo completo”.

También, en un futuro, me gustaría contar mi historia, atravesada por la música, nada está separado, lo que uno es  con lo que uno hace, para que mi historia le sirva a los que hacen música”, expresó Ana Grumberg a Castelar Digital, y finalizó, “Uno tiene que hacer lo que tiene ganas, por más loco que sea. Las cosas no son fáciles, cuestan. Por eso hay que elegir algo y hacerlo con pasión”.

Musica en zapatillas: www.musicaenzapatillas.com.ar

Entrevista: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fotos: Gabriel E. Colonna y Música en Zapatillas

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